A Rufo, por las luces…

Aldeide Delgado.

Recientemente la profesora María de los Ángeles Pereira orientaba, como ejercicio evaluativo a los estudiantes de cuarto año de Historia del Arte, realizar un ensayo que evaluara el estado del arte cubano contemporáneo. ¿Qué entendemos por arte contemporáneo cubano?[1] ¿Cómo evaluar? ¿Cómo dar una visión global de un fenómeno tan complejo por cuanto en él intervienen diversas problemáticas? En todo caso, ¿cuál sería el patrón de medición? ¿La formación de los artistas? ¿Las obras que transitan en el circuito expositivo? ¿Las obras que se venden? ¿La actitud asumida por la crítica? La lista de interrogantes podría continuar, pero la intención no es agobiar al lector en un camino sin respuestas. Al contrario, el presente estudio se propone, en su cualidad ensayística, ofrecer un sondeo, explorar cuestiones de interés, diagramar algunas ideas que permitan, a la manera de un manual de instrucciones o un recetario, catalizar la producción simbólica contemporánea. Veamos entonces, a qué nos sabe este cocido.

Una frase suficientemente manida es aquella que revela la puesta en crisis de los presupuestos estéticos modernos con el advenimiento de la etapa postmoderna. La condición aurática de la obra de arte, el artista como genio, la especificidad de las manifestaciones artísticas, la perdurabilidad del objeto, el criterio de lo nuevo y la noción de originalidad fueron algunos de los postulados hacia los que arremetieron aquellas propuestas artísticas que validaban las teorías que sobre la muerte del arte, la muerte del autor y el fin de la historia arrojaban algunos teóricos.

Se asistió a una etapa donde las obras atentaban contra la Institución Arte y su andamiaje estructural desde lo procesual, la unión del arte con la vida, la recurrencia a símbolos provenientes de la industria cultural, la búsqueda de la participación activa del espectador, la transgresión del espacio galerístico, etc. Fueron tiempos de crisis para el mercado artístico, no obstante, hacia los años ochenta del siglo pasado, una oleada de neohistoricismos retomarían el paradigma estético.

Los tiempos actuales demuestran que nada nuevo hay bajo el sol, ya todo esta inventado. Tuvimos renacimientos, manierismos, expresionismos, dadaísmo, abstraccionismo, realismo, conceptualismo, transvanguardia, etc. El artista está consciente de que no puede pretender fomentar un nuevo estilo. Su papel como creador se resume en tener una idea suficientemente buena y saber escoger, es decir, seleccionar del repertorio de morfologías (video art, performance, instalación, fotografía, pintura, arte digital, grabado, etc.) y tendencias artísticas, cuál se aviene mejor a la idea que desea transmitir. ¿Cuál es el precio de esa libertad?

Ante esta situación, para nada ajena al contexto cubano, sino todo lo contrario, anclada en la más profunda tradición, si tenemos en cuenta el carácter antropofágico de nuestra cultura, resulta oportuno indagar en las expresiones del arte cubano contemporáneo y comprobar la pertinencia de la sentencia ofrecida por el destacado crítico Rufo Caballero en su texto Agua Bendita: “El arte cubano está hoy en crisis, en la medida en que lo está su ámbito de gestación”.[2]

Es posible percibir en diversos escritos sobre el estado del arte cubano actual y en los comentarios de sus protagonistas expresiones que señalan el desgano, la atonía y el desencanto con respecto a la producción simbólica. Las obras que otrora estremecían al espectador y suscitaban por parte de él mismo un proceso de intelección activa, han cedido su lugar a una especie de fast food o mejor fast art –tomando prestado el término acuñado por Sandra Sosa- donde la obra queda superada tras desentrañar en el lapso de unos segundos el discurso ingenioso. Al respecto planteaba Rufo Caballero:

«Eso de sostener el sentido con la entereza del corredor de fondo es cuanto se resiente en un grupo de piezas cautivadoras los primeros segundos, pero incapaces de permanecer en el pensamiento por más tiempo, dada la brutal elementalidad de los acertijos. En otros casos, la redundancia del primario enunciado, reiterado en los materiales, la estructura de la construcción y los criterios de asociación de ideas suscitaba en uno el fantasma de Down.»[3]

Desgraciadamente este es un mal extendido que podemos apreciar en la mayoría de las exposiciones. Los artistas nos presentan fórmulas que ocasionan en el espectador “el efecto deja vu”. En este sentido una exposición como xl´2, presentada en el marco del 6to Salón de Arte Contemporáneo Cubano, resulta reveladora debido a la gran nómina de artistas jóvenes que agrupó. Las obras Mi negocio de Grethel Rasúa y La expulsión de la República de Mari Claudia García quedaban emparentadas al proponer desde morfologías similares un acercamiento a las ofertas de empleo alternativo que pululan en nuestro contexto.

Mi negocio constituye una intervención en donde la artista dibuja sobre la pared tres carpetas del explorador de Windows -con ello juega con los presupuestos que promovía la muestra: la información y sus canales de circulación-. Asimismo, refleja el contenido de las carpetas. En este caso, se corresponde con las opciones de empleo real, alternativo e ideal con que cuenta cada cubano. La obra se completa con una mesa de escritorio en donde el espectador podía promover su negocio dejando sus datos personales y el servicio que ofrecía. Desde la ironía, el humor y el carácter lúdico la pieza revivía con cada receptor que señalaba el negocio que por el dos ostentaba. ¿Ingenioso?

Por su parte, Expulsión de la República constituyó el resultado parcial de un work in progress que se lleva a cabo durante un plazo de seis meses. La obra consiste en el travestimiento de la artista, la que despojada de su condición –de creadora- se oferta por Revolico[4] como trabajadora. Hasta el momento había laborado como manicure, masajista y dependiente. La puesta en escena se lograba mediante un mural con fotografías que documentaban el proceso y le acompañaba un escritorio con un ordenador donde el espectador podía visualizar una página de revolico. A mi juicio, esta obra no funcionaba por diversas razones. En primer lugar, el espectador que no necesariamente conoce físicamente a la artista, no logra entender en que consiste la pieza y por tanto uno se iba de la exposición pensando que aquello era otra forma más de abordar el fenómeno del cuentapropismo. Por otra parte, ¿qué quería lograr ella travistiéndose? ¿Qué debemos interpretar de la acción? ¿Dónde está la ejecución perspicaz, el lirismo de las imágenes, la elocuencia de la metáfora?

Otro ejemplo ilustrativo de este fenómeno lo constituyen las obras El peso de la historia. Cinco noches de Reinier Leyva Novo presentada en la exposición Xl´2 y Siberia night de Yaíma Carrazana de la exposición Variaciones contempladas en silencio, ubicada por estos días en una de las salas transitorias del Museo Nacional de Bellas Artes. En una, la idea es materializada desde cinco rectángulos negros de diferentes dimensiones mientras que en la otra, la fórmula es repetida a partir de la ubicación de seis paneles negros. ¿Cuestión de moda? De esta manera, pareciera que la última tendencia en el retrato es colocar una lámina de bronce en la parte inferior para otorgar solemnidad al representado, en la medida que establece cierta analogía con los bustos históricos. Así lo demuestran la obra Romance de Ariamna Contino y Umbral de Fernando Reyna, ambas de la exposición El peso de la historia localizada en la galería Factoría Habana.

No constituye solo la redundancia en términos formales uno de los aspectos que atentan con más fuerza contra el arte joven cubano[5], sino también la reiteración y/o la elementalidad del discurso. Desde esta perspectiva la última creación del dúo Liudmila-Nelson No es lo que es, presentada en la Galería Villa Manuela, propone reflexionar sobre nuestro entorno político-social a partir del trillado símbolo de las vallas patrióticas. Carteles como VENCEREMOS, TENEMOS Y TENDREMOS SOCIALISMO, etc. son insertos en realidades otras, paisajes que se antojan anacrónicos debido a la asociación de elementos sin relación aparente. Esta idea se refuerza por la presentación del paisaje en blanco y negro y la aparición, impuesta, de la valla a todo color. La misma se presenta forzada, encorsetada, anclada a un espacio que no le pertenece. El espectador no necesita demasiado tiempo para percibir que aquello no es más que otro cuestionamiento de nuestra realidad y de la verosimilitud de nuestros proyectos ideológicos.

Evidentemente, son diversos los factores que inciden en la elementalidad que podemos percibir en muchas –y huelga señalar no en todas- las obras de los creadores. Al respecto Sandra Sosa en el texto Entre el ademán y el acto. Emergentes en el arte cubano contemporáneo revela algunas de las problemáticas que inciden sobre nuestra producción artística. Entre ellas: la composición del claustro de profesores de las escuelas San Alejandro, la ENA (Escuela Nacional de Arte) y el ISA (Instituto Superior de Arte).

«Cada vez más se exacerba el problema ante la ausencia del magisterio profesional que se suponen debían ejercer las figuras más consagradas de la plástica nacional. Cada vez más los profesores son los mismos alumnos recién graduados que, si bien es cierto pueden ofrecer la tolerancia, la permisividad y la apertura estética que caracterizan a la juventud, es indudable que carecen de la experiencia necesaria para sortear los peligros, sutilezas y leyes que requiere la relación discípulo- profesor. Se cacarea que una buena exposición es siempre el motivo de una buena lección; pero donde queda el examen diario, la indicación que se necesita escuchar, la crítica molesta aunque eficaz de quien sabe más por viejo que por diablo.»[6]

El abandono del ejercicio magisterial que la autora detecta en buena parte de las prestigiosas figuras de nuestro acontecer artístico para ocuparse de sus asuntos, resulta sintomático si se tiene en cuenta la importancia de los proyectos pedagógicos en la fertilización del panorama cultural cubano. La cita enunciada es significativa por cuanto vaticina un proceso que no debe ser ignorado: la calidad del sistema de enseñanza artística en nuestro contexto. Muchos de los jóvenes con propuestas sugestivas en el arte cubano actual descubren su base en las enseñanzas de DUPP o de la Cátedra Arte de Conducta por solo citar dos ejemplos. Tal es el caso del grupo de creación Balada Tropical que encuentra su conexión con la Cuarta Pragmática de René Francisco a través de uno de sus miembros Nelson Barrera. El grupo conformado por siete creadores que aún deben permanecer en las aulas del ISA se inserta con sus acciones catárquicas en la denominada, por la destacada crítico de arte cubana Elvia Rosa Castro, Cuba Post: Nueva Generación.[7] A ellos se unen Yami Socarrás, perteneciente también a la Cuarta Pragmática y otros como Susana del Pilar Delahante, Javier Castro, Celia González, Yunior Aguiar, Grethel Rasúa, Mabel Poblet, Carlos Martiel y Francisco Masó que definieron sus poéticas en la Cátedra Arte de Conducta.

La Muestra de Cine 3D presentada por Francisco Masó en el marco de la exposición Xl´2 constituye un acertado ejemplo de cómo el artista, tal cual antropólogo social, deviene portador a través de su obra de las disímiles problemáticas que afectan su contexto. Motivado por el cierre abrupto de las salas de cine 3D, la propuesta del autor consistió en mostrar, por el plazo de una semana, una programación que exhibió algunas de las películas indispensables en cualquier antología de la historia del cine. Alude a una realidad visceral de la que solo el espectador activo -en contraposición al observador participante[8]– podrá percatarse. Los lindes de la legalidad, las manifestaciones de la piratería en Cuba, el consumo cultural, la carencia de espacios de recreación y las relaciones de poder son algunas de las problemáticas que un análisis detallado de la obra revelaría. Asimismo, trasciende por cuanto la muestra resemantiza el espacio galerístico al otorgarle una dimensión anclada en las relaciones del arte con la praxis vital, tan caras a los artistas de la posvanguardia. La oblicuidad, lo polisémico y lo metonímico son algunos de los recursos de los que se vale la obra para, con la sutil elocuencia del sosiego, cuestionar las dinámicas del status quo.

Otra visión es la que nos propone Niels Reyes en la exposición El silencio que precede a la tormenta. Nuevas estructuras narrativas, presentada en la Casa de México hasta los primeros días de enero del 2015. El artista reivindica desde su obra el placer de pintar en una época donde los llamados Nuevos Medios están a la orden del día.

Los dos creadores señalados con anterioridad constituyen los botones de muestra de una producción que oscila entre la vocación sociológica y la estrictamente formal. Dos ideas que otrora suscitaron el debate en críticos como Rufo Caballero y Píter Ortega. Asimismo, una tercera tendencia pudiera ser aquella que de manera sagaz nos presentó Eduardo M Abela con la exposición Maestro, ¿pudiera Ud. explicarme? en la galería El reino de este mundo de la Biblioteca Nacional: la dimensión autorreflexiva del arte.  La parodia, el humor y el ingenio son algunos de los elementos que podemos percibir en una muestra en la que comulgan lo cubano y lo universal, lo antiguo y lo contemporáneo. Así lo expresa la obra Maestro, ¿pudiera Ud. explicarme? en la que los personajes de la Lección de anatomía de Rembrandt examinan La fuente de Duchamp, acompañados de obras de Picasso, Warhol y Mondrian. Pareciera que el artista se pregunta ¿A dónde nos llevará el arte? ¿Cuál es el proceso de validación de un artista? ¿Qué nos traerá tanta hibridez y eclecticismo? ¿Cuál es el precio de la libertad?

Otra de las problemáticas que afectan nuestra creación artística es indudablemente el mercado de arte. Y no pensemos que la intención aquí es satanizarlo. Nada más alejado de mi intención, pues como diría una colega no solo de pan vive el hombre y los artistas, bueno, de algo tienen que vivir[9]. El quid del asunto está cuando la creación artística está siendo definida por las exigencias del mercado, lo cual no solo daña la propia noción de arte sino que afecta las dinámicas del mercado artístico per se al disminuir el valor de la obra. En el texto Ante la disyuntiva de pretender ser lo que no es la autora, con respecto al tema en cuestión, sentencia: “Una de las cuestiones que afecta de igual manera y pone en descrédito al mercado en la actualidad, es la promiscuidad de producir con un fin netamente mercantil, vaciando la obra de todo su significado”[10]. En este sentido, podemos apreciar el empeño por parte de algunos artistas de crear piezas pulcras y de extremo acabado tanto en el tratamiento de las formas como de los materiales, para satisfacer así, a galerías y coleccionistas[11]. La saturación que algunos perciben en el arte contemporáneo actual encuentra sus orígenes en este fenómeno, pues la reiteración de poéticas parece seguir el viejo axioma de que si la fórmula funciona para qué variarla.

En este sentido, debemos señalar que si nuestro cocido no tiene sabor o dicho de otro modo, su sabor nos desagrada, se debe también a la indiferencia que manifiesta gran parte de la crítica de arte. (Pienso sobre todo en la carencia de un ejercicio crítico que acompañe la praxis curatorial). No se debe olvidar la importancia del crítico como el agente que sigue la historia de los movimientos, que los orienta y promueve el diálogo y la confrontación entre los artistas y el público. La tendencia, por un lado, a escribir sobre figuras validadas en el ámbito nacional e internacional y por el otro, a enaltecer el trabajo de un artista que monetariamente ha compensado por ello, deja a un lado la generación de sentido y el avistamiento de problemáticas sobre la producción emergente. La postura políticamente correcta es asumida por gran parte de la crítica, de tal manera que apreciamos ensayos donde proliferan los aciertos, el jueguito intertextual y la densidad tropológica. Sin embargo, esta es solo una visión parcial del fenómeno, pues ciertamente, hay otros críticos –harto conocidos- que diagraman, anuncian y critican, valga la redundancia, algunos sucesos.

La crisis del arte contemporáneo cubano que anunció Rufo Caballero, un lustro después, continúa ensombreciendo el panorama cultural. Sin embargo, algunas voces autorales permiten que de vez en vez, asome un rayo de sol. Pensemos en ese rayo de sol, entonces, como un hálito de esperanza.

Tengamos fe.

Referencia:
[1] El presente estudio asume como arte contemporáneo cubano la producción  artística reciente tanto de los más jóvenes como de aquellos que cuentan ya con una sólida trayectoria en los predios del arte. De esta manera las obras inscritas en este tópico comparten un espíritu y una sensibilidad epocal.
[2] Rufo Caballero. Agua Bendita, en Agua Bendita; crítica de arte 1987-2007. La Habana, Artecubano Ediciones, 2009, p. 196.
[3] Rufo Caballero. Op. cit. p. 194.
[4] Plataforma online cubana donde se ofertan disímiles servicios.
[5] Vid. Gretel Acosta. Espero no repetirme, repitiéndome. (Documento en formato digital).
[6] Vid. Sandra Sosa. Entre el ademán y el acto.  Emergentes en el arte cubano contemporáneo. (Documento en formato digital).
[7] El término engloba a un grupo de jóvenes creadores nacidos a partir de 1985 y que van demostrando desde su posición de estudiantes o tal vez ya como egresados del ISA un currículo considerable. Vid. Elvia Rosa Castro.  Arte joven: entre la mesura, la anarquía y el desparpajo en,  Cuba Contemporánea (La Habana)  No. 9, 2014, p. 74-77.
[8] El concepto de observador participante es acuñado por Sandra Sosa en el texto Entre el ademán y el acto.  Emergentes en el arte cubano contemporáneo.   Su uso en este ensayo responde al interés por parte de la autora (ADP)  de distinguir a un tipo de espectador al que la elementalidad de las piezas le presentan la exposición  como un simple acto de asistencia o práctica de la visión.
[9] La crisis económica que atravesó(a) nuestro país con el llamado Período Especial exigió una readecuación en la proyección institucional con respecto al arte cubano. La etapa de bonanza económica que caracterizó los ochenta dio paso a una época donde la gestión individual del artista constituyó(e) la principal vía para seguir trabajando.
[10] Miriam P. Casanellas. Ante la disyuntiva de pretender ser lo que no es  en, Especial Noticias Artecubano. No. 1. Volumen 2. 2004, p. 5.
[11] La fundación Ludwig constituye la mayor colección privada de arte joven cubano. Asimismo, en México las galerías Ninart, Myto y Kurimanzutto constituyen centros de gran importancia en la promoción y difusión del arte cubano contemporáneo.
Notas:
Texto publicado en Aldeide Delgado.